Después de desmontar el bulo de las “paguitas”, toca hacer memoria sobre otra falacia profundamente arraigada en el imaginario colectivo español: la idea de que los inmigrantes vienen a España a delinquir. Es una acusación tan vieja como el fenómeno migratorio, tan emocional como imprecisa, y tan peligrosa como el silencio que la rodea.
Porque si algo demuestra la historia es que los españoles también fuimos “delincuentes potenciales” cuando emigramos, no solo fuera de nuestras fronteras, sino dentro de nuestro propio país.
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Revista Alemana "Der Spiegel" sobre inmigrantes Españoles y
mediterráneos. Número del 1964 y del 2013. |
Nos llamaron delincuentes en Alemania. Hoy llamamos así a quienes llegan a España
Cuando los españoles éramos “los moros de Europa”
La emigración española a Alemania durante las décadas de los 60 y 70 fue masiva, desordenada y muchas veces clandestina. Más de dos millones de españoles se marcharon en busca de trabajo, muchos de ellos sin papeles, sin contrato, sin idioma y sin derechos. Lo hicieron como hoy lo hacen miles que llegan a España: movidos por el hambre y la esperanza.
En Alemania eran conocidos como “Spanische Gastarbeiter”, término despectivo con el que se etiquetaba a los trabajadores españoles como mano de obra barata, temporal y no deseada. Fueron acusados de conflictivos, de no integrarse, de acosar a mujeres alemanas e incluso de ser propensos a la violencia. Se les asignaban los peores trabajos, vivían hacinados, sin posibilidad de ascenso, y bajo la amenaza constante de la deportación.
Y sin embargo, esa parte de la historia ha sido cuidadosamente blanqueada. Hoy se repite desde ciertos sectores políticos que aquellos españoles “emigraban legalmente”, “respetaban las leyes” y “no cogían machetes”. Una idealización nostálgica que olvida convenientemente que la mitad de los españoles que emigraron lo hicieron sin pasar por los canales oficiales y sin los permisos necesarios.
También fuimos inmigrantes dentro de nuestro país
La represión franquista no solo cerró fronteras, también las impuso dentro del territorio nacional. Durante la posguerra, decenas de miles de andaluces y extremeños fueron deportados desde Barcelona y Madrid por no tener “permiso de residencia”. Eran considerados forasteros no deseados en su propio país.
Solo en Barcelona, entre 1939 y 1957, más de 70.000 personas fueron devueltas a sus provincias de origen, muchas recluidas en centros de clasificación como si fueran criminales. Porque eso eran para el régimen: pobres con maleta, sin derechos, sin voz.
La historia se repite una y otra vez: el pobre que migra molesta. Ya sea de Málaga a Madrid o de Dakar a Almería.
¿Y qué hay de la criminalidad? ¿Sube con la inmigración? No.
Uno de los bulos más extendidos es que el aumento de población inmigrante ha traído consigo más delincuencia. La narrativa de Vox, Aliança Catalana y otros grupos ultras se basa en esa premisa. Pero los datos —otra vez— cuentan una historia muy distinta.
En 2005, había 3,7 millones de extranjeros en España y la tasa de
criminalidad era de
49,4 delitos por cada 1.000 habitantes.
En 2025, hay el doble de extranjeros (7 millones), y sin embargo, la tasa de
criminalidad es de
40,6 por cada 1.000 habitantes.
Es decir:
más inmigrantes, menos criminalidad.
Y si descontamos los ciberdelitos, que han crecido por la digitalización, la criminalidad convencional (robos, agresiones, homicidios) ha bajado un 10% desde 2010. Incluso los homicidios han caído un 15%. ¿Dónde está entonces la “oleada de delitos”?
Evolución de la Tasa de Delincuencia en España
Delitos por cada 1,000 habitantes (2002-2025)
📊 Análisis de Tendencias
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ministerio del Interior
Pero... ¿no delinquen más los extranjeros?
Este argumento se apoya en una estadística parcial: los extranjeros representan el 14% de la población y el 28% de las condenas. Pero esto, aislado, no prueba mayor peligrosidad. Tiene más que ver con:
- Mayor juventud (la franja de edad donde más delitos se concentran).
- Mayor pobreza y exclusión social.
- Mayor vigilancia policial (más paradas, más registros).
- Mayor representación de delitos menos graves pero más perseguidos (hurtos, venta ambulante, droga al por menor).
Además, las estadísticas no diferencian entre turistas y residentes. Es decir, si un turista comete un delito en España, cuenta como “extranjero delincuente”... aunque se marche al día siguiente.
Y la tasa de criminalidad se calcula sobre la población residente, no sobre quienes están físicamente en el país. En 2024, España recibió más de 85 millones de turistas. Si cometen delitos, se suman al total, pero no al denominador. Resultado: las cifras se inflan artificialmente.
En España sí se deporta a delincuentes extranjeros
Otro mantra ultra es que “no se expulsa a quienes delinquen”. Falso.
- En 2024, más de 3.000 extranjeros fueron expulsados por razones de seguridad nacional.
- El artículo 89 del Código Penal permite sustituir condenas de más de un año por la expulsión del país, incluso para residentes legales.
¿Hay extranjeros que delinquen? Sí, igual que hay españoles que lo hacen. Pero no hay impunidad ni trato de favor.
La verdadera amenaza no es la inmigración. Es el odio.
Mientras los bulos calan, crecen los delitos de odio. En 2024 subieron un 21%, siendo el racismo y la xenofobia el motivo más frecuente.
En lugares como Torre Pacheco, donde el 30% de la mano de obra es extranjera y la economía depende de ella, se están produciendo agresiones, pintadas y amenazas. La criminalización del inmigrante tiene consecuencias reales. Y ninguna estadística las refleja: el miedo, la humillación, la angustia de vivir señalado, eso no se mide en Excel.
El espejo incómodo
Los inmigrantes no son el problema. Son, en gran parte, la solución silenciosa a muchos de los desequilibrios que atraviesa España: envejecimiento poblacional, falta de mano de obra, déficit en servicios esenciales...
Pero la memoria flaquea. Y lo que un día fuimos —emigrantes pobres, sin papeles, despreciados— hoy lo negamos, lo condenamos y lo usamos como arma política.
En Alemania, a los españoles nos llamaron delincuentes. En Madrid, a los
andaluces los deportaron por pobres.
Hoy repetimos esa historia, pero desde el otro lado. Y eso nos convierte en
lo mismo que un día nos humilló.
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