Del Spanische Gastarbeiter al inmigrante criminal: el bumerán del odio - Robando Tu Tiempo

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25 julio 2025

Del Spanische Gastarbeiter al inmigrante criminal: el bumerán del odio

Después de desmontar el bulo de las “paguitas”, toca hacer memoria sobre otra falacia profundamente arraigada en el imaginario colectivo español: la idea de que los inmigrantes vienen a España a delinquir. Es una acusación tan vieja como el fenómeno migratorio, tan emocional como imprecisa, y tan peligrosa como el silencio que la rodea.

Porque si algo demuestra la historia es que los españoles también fuimos “delincuentes potenciales” cuando emigramos, no solo fuera de nuestras fronteras, sino dentro de nuestro propio país.


Spanische Gastarbeiter
Revista Alemana "Der Spiegel" sobre inmigrantes Españoles y mediterráneos.
Número del 1964 y del 2013.

Nos llamaron delincuentes en Alemania. Hoy llamamos así a quienes llegan a España

Cuando los españoles éramos “los moros de Europa”

La emigración española a Alemania durante las décadas de los 60 y 70 fue masiva, desordenada y muchas veces clandestina. Más de dos millones de españoles se marcharon en busca de trabajo, muchos de ellos sin papeles, sin contrato, sin idioma y sin derechos. Lo hicieron como hoy lo hacen miles que llegan a España: movidos por el hambre y la esperanza.

En Alemania eran conocidos como “Spanische Gastarbeiter”, término despectivo con el que se etiquetaba a los trabajadores españoles como mano de obra barata, temporal y no deseada. Fueron acusados de conflictivos, de no integrarse, de acosar a mujeres alemanas e incluso de ser propensos a la violencia. Se les asignaban los peores trabajos, vivían hacinados, sin posibilidad de ascenso, y bajo la amenaza constante de la deportación.

Y sin embargo, esa parte de la historia ha sido cuidadosamente blanqueada. Hoy se repite desde ciertos sectores políticos que aquellos españoles “emigraban legalmente”, “respetaban las leyes” y “no cogían machetes”. Una idealización nostálgica que olvida convenientemente que la mitad de los españoles que emigraron lo hicieron sin pasar por los canales oficiales y sin los permisos necesarios.


También fuimos inmigrantes dentro de nuestro país

La represión franquista no solo cerró fronteras, también las impuso dentro del territorio nacional. Durante la posguerra, decenas de miles de andaluces y extremeños fueron deportados desde Barcelona y Madrid por no tener “permiso de residencia”. Eran considerados forasteros no deseados en su propio país.

Solo en Barcelona, entre 1939 y 1957, más de 70.000 personas fueron devueltas a sus provincias de origen, muchas recluidas en centros de clasificación como si fueran criminales. Porque eso eran para el régimen: pobres con maleta, sin derechos, sin voz.

La historia se repite una y otra vez: el pobre que migra molesta. Ya sea de Málaga a Madrid o de Dakar a Almería.


¿Y qué hay de la criminalidad? ¿Sube con la inmigración? No.

Uno de los bulos más extendidos es que el aumento de población inmigrante ha traído consigo más delincuencia. La narrativa de Vox, Aliança Catalana y otros grupos ultras se basa en esa premisa. Pero los datos —otra vez— cuentan una historia muy distinta.

En 2005, había 3,7 millones de extranjeros en España y la tasa de criminalidad era de 49,4 delitos por cada 1.000 habitantes.
En 2025, hay el doble de extranjeros (7 millones), y sin embargo, la tasa de criminalidad es de 40,6 por cada 1.000 habitantes.
Es decir: más inmigrantes, menos criminalidad.

Y si descontamos los ciberdelitos, que han crecido por la digitalización, la criminalidad convencional (robos, agresiones, homicidios) ha bajado un 10% desde 2010. Incluso los homicidios han caído un 15%. ¿Dónde está entonces la “oleada de delitos”?


Evolución de la Tasa de Delincuencia en España

Evolución de la Tasa de Delincuencia en España

Delitos por cada 1,000 habitantes (2002-2025)

51.2
Máximo Histórico (2002)
40.6
Tasa Actual (2025)
-20.7%
Reducción Total

📊 Análisis de Tendencias

2002: Máximo histórico con 51.2 delitos por 1,000 habitantes
2002-2016: Descenso sostenido (-15.6%) durante 14 años
2019-2022: Repunte temporal por efectos post-pandemia y recuperación económica
2023-2025: Nueva tendencia descendente hacia mínimos históricos
Nota: Las cifras pueden variar ligeramente dependiendo de la fuente, la tipología y si se incluyen ciberdelitos o sólo delincuencia convencional.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Ministerio del Interior

Pero... ¿no delinquen más los extranjeros?

Este argumento se apoya en una estadística parcial: los extranjeros representan el 14% de la población y el 28% de las condenas. Pero esto, aislado, no prueba mayor peligrosidad. Tiene más que ver con:

  • Mayor juventud (la franja de edad donde más delitos se concentran).
  • Mayor pobreza y exclusión social.
  • Mayor vigilancia policial (más paradas, más registros).
  • Mayor representación de delitos menos graves pero más perseguidos (hurtos, venta ambulante, droga al por menor).

Además, las estadísticas no diferencian entre turistas y residentes. Es decir, si un turista comete un delito en España, cuenta como “extranjero delincuente”... aunque se marche al día siguiente.

Y la tasa de criminalidad se calcula sobre la población residente, no sobre quienes están físicamente en el país. En 2024, España recibió más de 85 millones de turistas. Si cometen delitos, se suman al total, pero no al denominador. Resultado: las cifras se inflan artificialmente.


En España sí se deporta a delincuentes extranjeros

Otro mantra ultra es que “no se expulsa a quienes delinquen”. Falso.

  • En 2024, más de 3.000 extranjeros fueron expulsados por razones de seguridad nacional.
  • El artículo 89 del Código Penal permite sustituir condenas de más de un año por la expulsión del país, incluso para residentes legales.

¿Hay extranjeros que delinquen? Sí, igual que hay españoles que lo hacen. Pero no hay impunidad ni trato de favor.


La verdadera amenaza no es la inmigración. Es el odio.

Mientras los bulos calan, crecen los delitos de odio. En 2024 subieron un 21%, siendo el racismo y la xenofobia el motivo más frecuente.

En lugares como Torre Pacheco, donde el 30% de la mano de obra es extranjera y la economía depende de ella, se están produciendo agresiones, pintadas y amenazas. La criminalización del inmigrante tiene consecuencias reales. Y ninguna estadística las refleja: el miedo, la humillación, la angustia de vivir señalado, eso no se mide en Excel.


El espejo incómodo

Los inmigrantes no son el problema. Son, en gran parte, la solución silenciosa a muchos de los desequilibrios que atraviesa España: envejecimiento poblacional, falta de mano de obra, déficit en servicios esenciales...

Pero la memoria flaquea. Y lo que un día fuimos —emigrantes pobres, sin papeles, despreciados— hoy lo negamos, lo condenamos y lo usamos como arma política.

En Alemania, a los españoles nos llamaron delincuentes. En Madrid, a los andaluces los deportaron por pobres.
Hoy repetimos esa historia, pero desde el otro lado. Y eso nos convierte en lo mismo que un día nos humilló.

2 comentarios:

  1. No sé cómo emigraría a Alemania algún miembro de tu familia, si es que necesitaron hacerlo, pero en el año 1965-66 mi padre y dos de mis tíos emigraron a Hamburgo. Tuvieron que pasar un exahustivo reconocimiento médico (la primera vez mi padre tuvo que quedarse en España porque le detectaron una mancha en el pulmón, que luego fue una falsa alarma). Le proporcionaron papeles, permisos y pasajes para hacer dos días y dos noches en tren hasta llegar a Hamburgo. Trabajaron en un vivero a las afuera a muchos grados bajo cero. Y cuando cumplieron su contrato de nueve meses, volvieron a España. Después se apuntaron dos años más. Los trataron muy correctamente y ahorraron para ayudar a sus familias. Y, a propósito, el término Gastarbeiter no es peyorativo. Significa "trabajador huésped" (Gast=huesped, Arbeiter=trabajador). Como ves, nada que ver con quien viene aquí sin papeles y con una mano atrás y otra delante.

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    1. Gracias por compartir tu testimonio. Experiencias como la de tu padre y tus tíos son parte fundamental de la memoria migrante española, y me alegra que fueran tratados correctamente en Alemania y que pudieran regresar con lo ahorrado. Es una historia digna y, por desgracia, también una excepción en muchos aspectos.

      Ahora bien, que una parte de los españoles emigrara con contrato no niega que cientos de miles lo hicieran sin papeles, sin visado, sin reconocimiento médico y sin garantías laborales. Está documentado: al menos la mitad de los emigrantes españoles a Europa entre los años 60 y 70 cruzaron de forma irregular al inicio, entrando como turistas y regularizándose después si tenían suerte. Y muchos vivieron hacinados, explotados y tratados con desprecio.

      Respecto al término Gastarbeiter, es cierto que etimológicamente significa “trabajador huésped”. Pero su uso en Alemania se cargó de connotaciones sociales muy claras: era una forma de etiquetar a los trabajadores extranjeros como temporales, descartables y ajenos al país. Igual que aquí usamos “mena” o “sin papeles” con un tono que va más allá de la simple descripción.

      La comparación entre aquella emigración y la inmigración actual no busca igualar todas las circunstancias —los contextos cambian—, pero sí invita a reflexionar sobre algo más profundo: la facilidad con la que olvidamos que también fuimos los que cruzaban fronteras con lo justo, y cómo hoy muchos repiten con otros el mismo desprecio que sus familias un día sufrieron.

      Tener contrato no da más dignidad. No tener papeles no quita humanidad.

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